Lámparas de aceite, puntas de lanza y restos de cráneos fueron encontrados por investigadores en una cueva de Te´Omim, Jerusalén. Los hallazgos dan indicios de que era una especie de "portal al inframundo", donde se practicaba nigromancia o "magia de la muerte".
Un grupo de arqueólogos descubrió una serie de evidencia en las profundas grietas de la cueva de Te’Omim en Jerusalén, que indicaría que era una especie de “portal al inframundo”, pues allí practicaban la nigromancia, con el fin de comunicarse y “resucitar” a los muertos.
Eitan Klein y Boaz Zissu son los expertos que lideraron la investigación en esta zona desde el 2009. A partir del estudio realizado por la Universidad Bar-Ilan y la Universidad de Jerusalén, se logró hallar elementos que datan del siglo 2 al 4 después de Cristo.
La principal sugerencia de estos resultados, es que esta cueva se utilizaba de oráculo o lugar sagrado para conversar con divinidades.
Práctica de la nigromancia o “magia de los muertos”
Según un artículo de NatGeo, la nigromancia tenía una connotación negativa, ya que contemplaba magia negra, en la que se ejecutaban prácticas macabras con huesos del cráneo de los muertos para así comunicarse con ellos.
Estos rituales, según lo que sugiere el estudio, fueron llevados a la cueva ubicada a 30 kilómetros de Jerusalén, por paganos que llegaron desde Egipto, Siria y Anatolia al Imperio Romano, luego de la expulsión de judíos en la revuelta de “Bar Kokhba”.
Según Zissu, gran parte de los judíos que habitaban ahí, fueron erradicados por el sistema político que gobernaba.
Zissu, relata según recoge Livescience.com, que la población pagana llegó con “nuevas ideas, nuevas costumbres y aparentemente la nigromancia”.
En este contexto, la cueva ofrecía “condiciones perfectas”, ya que no estaba tan cerca de la ciudad y tenía un pozo profundo con el que se comunicaban con seres que, según ellos, podían predecirles el futuro.